Haciendo memoria sobre mis reacciones a la hora de dialogar acerca de la comunicación como habilidad interpersonal, en distintos espacios de mi vida profesional, puedo concluir sobre un factor común que las motiva: el temor o más bien la prudencia para abordar un tema que para mí ha sido el gran reto en el desarrollo de mi liderazgo. Desde que inicie mi rol como ejecutiva, podría decir que mi orientación al logro, algo de competencias creativas, la preocupación por el desarrollo de las personas a mi cargo; apalancaron mi estilo de gestión, pero mi gran talón de Aquiles ha sido la comunicación…la comunicación asertiva.
Una habilidad que me ha costado bastante trabajo fortalecer, porque mi carácter tipo dominante, por una parte, y por otra mi emocionalidad a flor de piel, muchas veces se sobrepuso a la forma inteligente de expresar lo que sentía: en general, sabía lo que quería decir, pero el tono, el tino y el tacto no eran coherentes, no eran correctos. El ponerme en los zapatos del otro, esencia de la empatía, se me dificultaba por falta de dominio de lo que se conoce como escucha activa.
Escucha activa que se caracteriza por la total atención plena para entender el lenguaje verbal y no verbal del interlocutor, la postura corporal receptiva, el parafraseo, las preguntas claves para obtener información relevante que permite desarrollar conversaciones más productivas. Atributos en los que sigo trabajando en un camino largo hacia la mejora, que sin duda siempre han sido y serán gratificantes por las pequeñas victorias del día a día. En el marco del desafío que esto me ha implicado, procuro aprovechar cada oportunidad para confrontarme con lo que implica esta habilidad, y escribir estas notas hoy, es una de ellas.
Ejercer el liderazgo para influenciar al equipo hacia el logro de resultados ambiciosos, requiere de comunicar, comunicar, comunicar. Robert Kaplan y David Norton quienes han aportado a la administración de empresas el modelo de gestión estratégica de Balanced Scorecard, afirman que una de las principales causas del fallo en llevar un plan a la realidad, tiene que ver precisamente con la timidez al comunicar los objetivos y las rutas de acción; ellos nos han invitado a que como líderes usemos múltiples y diferenciadas formas para expresar el alcance de la estrategia y el papel con el que cada persona contribuye a este fin, transmitiéndolo con una frecuencia tal, que se convierta en un hábito diario.
Y conectar a las personas con la visión y la estrategia para persuadir hacia el logro de los resultados no es solo la razón principal de la comunicación a nivel gerencial. ¡Hay mucho más! Los líderes en su labor diaria instruyen sobre las tareas, manejan situaciones de conflicto, dan apoyo para la resolución de problemas, retroalimentan positivamente y, en todas estas acciones, requieren de estructurar contenidos con mensajes poderosos, compartidos de forma clara y objetiva, sin dejar de expresar, como la comunicación asertiva lo demanda, sus propios sentimientos y necesidades. Comunicar se convierte en la plataforma para transferir de forma precisa, los conocimientos y experiencias que quienes lideramos consideramos como fuente de desarrollo.
Este noble y retador oficio nos obliga a hacer los esfuerzos necesarios para afianzar comportamientos a la hora de comunicar y reconocer la importancia de escuchar atentamente lo que otros tienen para decir, con el fin de construir en conjunto nuevas perspectivas sobre la forma de hacer el trabajo con valor agregado; así como transmitir de forma directa, firme y cálida, aquellas decisiones que por muy complejas que sean, orientan y enfocan la energía del equipo hacia resultados sorprendentes.
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