La autoconciencia, es una de las habilidades prácticas de la inteligencia emocional y de hecho para mí es la principal, pues parte de la auto observación y del conocimiento que hacemos de nosotros mismos y que nos permite detectar, entender y usar nuestras emociones en beneficio propio. El investigador de la inteligencia emocional, Abel Cortese, expresa que la autoconciencia, es la “capacidad de reconocer un sentimiento mientras está ocurriendo”, siendo conscientes de nuestros pensamientos, deseos, estados de ánimo y la manera como estos se vinculan entre sí.
Ahora bien, la autoconciencia en su desarrollo pleno se hace evidente cuando reconocemos los cambios corporales que estamos experimentando frente a una emoción y que nos permite decidir la manera como las expresamos, dependiendo de si son pertinente o no dependiendo de la situación. Esta habilidad de la inteligencia emocional cobra cada vez mayor relevancia en el ámbito organizacional, ya que desde los diferentes roles que cumplimos al interior de los espacios laborales, sean estos de jefatura o no, interactuamos con personas todo el tiempo, tanto de forma presencial o virtual y se hace necesario equilibrar los resultados que se esperan en los equipos de trabajo, desde lo cognitivo y lo emocional.
La autoconciencia necesita de la pausa, pues es necesario frenar nuestro andar para darnos cuenta de lo que pensamos, sentimos y experimentamos corporalmente, no obstante la velocidad actual con la que se suceden los cambios tanto a nivel personal como organizacional, hace que detener el ritmo, sea cada vez más complicado.
Teniendo en cuenta lo que expresa el escritor y periodista Carl Honoré “En un mundo adicto a la velocidad la lentitud es un superpoder”, quiero invitar a la práctica de la pausa desde la conjugación de cuatro (4) verbos.
- Detener la marcha, hacer más lento el andar en la caótica actividad diaria. Darnos el permiso de no hacer nada por pequeños instantes durante el transcurrir del día e ir ampliando esos minutos, y disfrutar de dicha ampliación.
- Valorar el aquí y el ahora, dejar de preocuparnos tanto por lo que tenemos pendiente, por lo que nos falta hacer y por los compromisos que hemos aceptado o generado. Respirar y tomar consciencia de nuestro momento actual y aprovechar el tiempo para visualizar como el aire que inhalamos nos llena de energía positiva, dinamismo, motivación, paz, amor y tranquilidad para empoderar al ser que somos; y como con cada exhalación dejamos salir el cansancio, la frustración, el miedo, el aburrimiento, la incertidumbre y el desamor, para librarnos de las emociones que limitan nuestro andar.
- Descubrir la riqueza del entorno, a través de nuestros sentidos físicos, mediante los cuales nos es posible experimentar los olores, los sabores, las imágenes, los sonidos y las sensaciones agradables y en ocasiones desagradables, que nos permiten reconocer que somos seres vivos y que las grandes maravillas del mundo las tenemos a nuestro alcance.
- Agradecer, las pequeñas y grandes cosas que pensamos, sentimos, tenemos y hacemos; entendiendo el proceso de agradecimiento como el combustible para hacer que nuestra vida sea cada vez mejor y los resultados que obtengamos estén alineados con el propósito vital que estamos llamados a cumplir.
Solo me resta preguntarte; ¿Aceptas mi invitación a darle un espacio a la pausa en tu vida, para oxigenarte y poder percibir sus múltiples colores y formas?
La pausa empieza ahora, es una decisión que está en tus manos. ¡Disfrútala!.
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